lunes, 26 de mayo de 2014

La Gran Estafa Científica


“La Gran Estafa Científica”

Para el común de los mortales la comunidad científica suele aparentar ser una sociedad formada por individuos brillantes, inteligentes, honestos y objetivos, cuya finalidad es mejorar el mundo. Estas afirmaciones las consideramos verdaderas en la gran mayoría de los casos, porque no nos engañemos, un gran número de científicos dedican su vida, tiempo y recursos a dicha objetividad y altruista finalidad, esperando aportar su granito de arena a la humanidad. 
 
Pero como los científicos son humanos y la comunidad científica no deja de ser una sociedad, en la misma aparecen “trileros” que no dudan en emplear cualquier artimaña para poder progresar y ascender dentro de dicha comunidad.

Algunos de estos juegos de trile dentro de la comunidad científica quedan recogidos en el artículo “Mitos o realidades de la publicación de trabajos científicos” de Joan Benach de Rovira y José A. Tapia Granados, el cual refleja como la ciencia se ha convertido en una carrera donde el ascenso a la cumbre se obtiene mediante el número de publicaciones, igual que el trilero se ve motivado al engaño por la codicia de obtener dinero, la codicia del científico es la obtención de papers… “Poderoso caballero es Don Paper” diría Quevedo reconvertido a científico en los días actuales. 


Antes de continuar profundizando en las técnicas de los “trileros de la ciencia” me gustaría hacer una breve reflexión relacionada con la motivación para este fraude.

A día de hoy, la manera de obtener prestigio dentro de la comunidad científica, optar a puestos de trabajos y mantenerse en los mismos, es mediante el número de publicaciones. Este “mercado” de publicaciones algo especulativo (entendiendo la especulación como la obtención de ganancias sin el uso de los bienes, en este caso sin el uso del trabajo publicado), me recuerda inevitablemente a otras burbujas vividas durante los últimos años como la inmobiliaria. En este caso el ladrillo serían las publicaciones científicas, las cuales sin aportarles un valor añadido terminarán siendo acumuladas como las ingentes naves de ladrillos sin uso alguno que podemos encontrar en países como el nuestro, y permítanme decirles que eso no crea ni crecimiento ni progreso.

Hecha esta pequeña observación (advertencia) expondré algunos de los argumentos que justifican la existencia de trileros dentro de la comunidad científica.

El entretenido artículo de Benach y Tapia, refleja la importancia que ha tenido el conocimiento científico en el avance de la humanidad y el importante peso que este tiene en nuestras vidas, y por lo tanto el respeto antes mencionado hacia la comunidad científica. Como principales motivos para el fraude exponen la elevada especialización del conocimiento así como la gran cantidad de bibliografía disponible la cual dificulta identificar el plagio (a pesar de que cada día avanzan más las técnicas anti plagio).

En cuanto a la relación entre fraude y especulación que antes mencionaba, la encontramos al conocer que la gran mayoría de artículos sólo son leídos por sus autores y por los revisores, de ahí ese beneficio sin utilidad. De igual manera el número de citas en la mayoría de los casos es cero para desgracia de los índices h de los autores, solo un 1% recibe más de cinco citas. Dentro de esa inutilidad de lo publicado, encontramos el fraude al publicar por presiones o intereses políticos, de las cuales surgen muchas veces interpretaciones sui géneris, recordemos aquello de la botella medio llena o medio vacía.
Otro de los artículos que ponen de manifiesto el fraude en la ciencia lo encontramos en The Economist, “How science goes wrong” el cual continúa describiendo las “bondades” de esta profesión.

En esta entrada The Economist se plantean algunas de las razones por las cuales se produce fraude científico al publicar resultados que no son reproducibles o están sesgados. Muestran algunas cifras alarmistas como que laboratorios (Amgen) han intentado replicar 53 de los grandes artículos de la lucha contra el cáncer de los últimos tiempos y solo han conseguido replicar 6.

“The obligation to “publish or perish” has come to rule over academic life”


Las razones de este camino equivocado de la ciencia, el fraude, están argumentadas por motivos económicos y la elevada competencia que existe en el mundo académico, así como por el elevado número de investigadores existente. En América ser “full professor” está mejor remunerado que ser juez, obviamente esta situación no se produce en España, por lo tanto el fraude científico patrio tendría más razones en nuestra picaresca genética que en la codicia monetaria, no todo van a ser cosas negativas para nosotros. En el mismo artículo también plantean como la revisión “Peer review” debe ser más estricta o bien continuar tras la publicación en forma de comentarios adjuntos a un artículo.

Otros de los artículo que nos puede ayudar a comprender un poco más este mundo del fraude científico está escrito por Randy Schekman, premio Nobel de Medicina 2013, “How journals like Nature, Cell and Scienceare damaging science” para The Guardian. Nuevamente critica el sistema de incentivos existente en la comunidad científica, el juego de intereses…etc. Pero en este caso critica especialmente a las grandes revistas del mundo de la ciencia las cuales funcionan como una marca, limitando la oferta de publicaciones para así conseguir mayor prestigio y publicando solo aquellas cosas en boga para conseguir mayor índice de impacto. Todo sea dicho de paso, este premio nobel ha creado una revista libre sin suscripciones, puede que de ahí su cruzada contra dichos gigantes.

No crea el lector que el fraude científico es consecuencia de la elevada competencia de los últimos años, ni mucho menos, los defraudadores de la ciencia siempre han existido; una larga lista está recopilada por Luis Miguel Ariza (FraudesCientíficos, El País). Dentro del top de grandes fraudes científicos, hay dos que me gustaría remarcar. 


El primero, el caso de Paul Kammerer, reconocido biólogo de fama internacional, le consideraban el Darwin moderno. Pero el sapo partero (Alytes obstetricans) y sus experimentos fraudulentos para demostrar las teorías Lamarckianas (aquella que cubre el hueco que la selección natural de Darwin no es capaz de explicar) terminaron por arruinar su vida. Estas teorías Lamarckianas postulan la herencia de los caracteres adquiridos, para ello Paul Krammerer consiguió que los sapos parteros se reprodujeran en agua (cosa que no hacen, a diferencia de las ranas) al aumentar la temperatura de sus tanques. La consecuencia fue que aparentemente los sapos desarrollaron unas espinas para permitir agarrarse a la hembra de manera similar al apareamiento de las ranas. Pero esas espinas no fue más que la consecuencia de inyectar tinta china para remarcar una protuberancia que no tenían. El 23 de septiembre de 1926, Paul Kammerer se suicidó. A día de hoy sigue sin estar muy claro, como un científico de fama mundial pudo caer en semejante fraude. Existen teorías conspiratorias por su ideología, las cuales hablan del sabotaje de sus experimentos…

El otro caso de fraude destaca por lo simpático y gracioso, se trata del asombroso mundo de los rinogrados, esos pequeños mamíferos supuestamente descubiertos por Harald Stümpke en 1957. Estos animalitos pintorescos vivían en el archipiélago de Ayayai (Pacífico) y caminaban sobre su trompa con la cual también comían. Lo más curioso de los simpáticos rinogrados fue su extinción como consecuencia de una prueba atómica. En este caso el fraude fue perpetrado como una broma para sus alumnos con la intención de explicarles el concepto de evolución.



Con ambos casos vemos la dualidad del fraude científico, por un lado trágico al poder arruinar la vida del hombre y por otro lado irónico y gracioso como consecuencia de la demanda de conocimiento de la sociedad que lleva a creerse cualquier cosa, de ahí que los trileros de la ciencia tengan su público.

Expuesta esta breve visión sobre el fraude científico, algo desalentadora, se hace necesario remarcar nuevamente que la gran mayoría de investigadores son gente honesta y que realmente quieren contribuir al progreso de la humanidad. Pero como en toda sociedad surgen estafadores, algunas de sus motivaciones las he mencionado pero otras muchas no han sido abarcadas, sobre todo las relacionadas con el comportamiento humano. Queda ahora al lector sacar conclusiones y saber distinguir los buenos de los malos, y si el lector es investigador en su mano está el jugar limpiamente.

E. Pindado